Esta carta de lectores aparece publicada en Norte de hoy
A los sentidos aborigenistas
NICOLAS FILIPPONI
Señor director de NORTE:
Llama la atención el extenso número de personas que, sintiéndose heridas en su sentimiento, se están expresando a favor de los aborígenes. Hablan sus corazones pero no se dan cuenta de que están fortaleciendo argucias de campañas políticas de quienes nunca hicieron nada por “sus hermanos aborígenes”.
Es verdad que murieron 4 o 5 de ellos que lo asignan a la desnutrición, pero, ¿cuántos no aborígenes se nos fueron en ese lapso por la misma causa? Esos sentimentalistas que a borbotones brotaron, ¿saben cuántos viejitos, mujeres y niños se nos fueron en este invierno a causa de la desnutrición que vienen sufriendo desde hace años? ¿Quién se ocupa de ese sinfín de muertes que acaecen entre los no aborígenes? Siempre respeté a los aborígenes y los respetos, pero sólo como seres humanos que son iguales que nosotros pero por nada más en especial están fustigando a aquellos presidentes que ordenaron reprimir a las hordas salvajes, malones que masacraban a poblaciones enteras. ¿Qué quieren que hubieran hecho? ¿Dejar que sigan con las exterminaciones de grandes y chicos? Lamentablemente, en esa represión hicieron “diente por diente” y no exceptuaron, como no lo hicieron aquellos a las mujeres y a los niños.
En mi adolescencia, a principios de la década del 40 conocí a dos hermanas que exhibían extensas cicatrices de heridas que habían recibido cuando eran chiquitas y uno de esos malones masacró a toda su familia junto a otras y a ellas las dejaron por muertas cubiertas de sangre: doña Luisa Bataín de Zurlo y doña Amalia Bataín de Zabala de colonia El Palmar (Resistencia). De ellas, hay cientos de descendientes. Sobre todo en el Chaco y en el norte de Santa Fe. A ellos los invito a manifestarse y así corroborar esta historia.
Hacia la mitad de la década del 40 yo era una forma del Ejecutivo de la Comisión de Fomento de El Palmar (comisión de fomento era una categoría de Municipalidad) y tenía una cuadrilla de operarios, todos de la etnia toba, hasta el que hacía de capataz. Con paciencia les enseñé el trabajo y resultaron muy buenos en todos sentidos. Una de nuestras obras fue el camino que lleva al pueblito de Colonia Tacuarí. Un día uno de los muchachos de mi cuadrilla de nombre Angel Romero empezó a quejarse de un fuerte dolor en sus intestinos. Lo llevé al hospital donde lo atendieron los doctores Rovner y Palamedi y la doctora Palacios Maglioli. Le diagnosticaron apendicitis y lo internaron para operarlo. Yo le dejé dinero a la madre para sus gastos y me retiré. La noche de ese día, en la toldería como se le decía donde ellos vivían (que estaba a unos trescientos metros de nuestra casa), empezó un rito al que ya estábamos acostumbrados donde el curandero con sus excentricidades curaba a los enfermos. Los gritos del curandero se escucharon toda la noche y al promediar de la mañana siguiente, llegó la policía con su médico el doctor Ríos y preguntó por el enfermo Angel Romero que se había evadido del hospital. Llegaron donde aún se escuchaban los gritos del curandero y se llevaron el enfermo, pero en la noche de aquel día a ese excelente y apuesto muchacho hijo de una india y un gringo se le declaró la peritonitis y se nos fue. Por eso yo creo en las explicaciones expuestas por las autoridades sanitarias de la provincia.
NICOLAS FILIPPONI
Resistencia
MI JODIDA REFLEXIÓN: Cómo se puede decir que una muerte duela menos que otra? Acaso no revisten igual gravedad la muerte de aborígenes o criollos por causas que se podrían evitar? Y si es por quién es mas jodido podemos remontarnos a más de 500 años atrás.
Finalmente termina su carta con el argumento que casi siempre escuchamos: Yo también tengo amigos judíos! Yo también hice cosas por ellos, por favor que no se piense que soy un viejo NAZI .
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2 comentarios:
CASI, CASI EL HIJO DE HITLER (O SU REENCARNACIÓN)?
Me hubiese encantado que así como se publica este texto con este titulo y esta intensión se hubiesen acercado a el quien hoy Q.E.P.D. los hubiese atendido con toda amabilidad y respeto como siempre lo hizo con todos, los editores de esta pagina están faltos de información cultural porque si así fuese sabrían de quien y como están hablando de alguien que dio mucho y recibiendo poco.
Ese alguien compartió lejos de todo y de todos mucho tiempo su vida con aborígenes de toda la región a quienes les dio trabajo, cuido e incluso hasta alimento cuando se lo necesito.
Recuerdo en una de esas historias que siempre me contaba, luego de leer esto una de las historias que el mismo me decía que mas le impactaba, una ves mientras vivía en el interior de la provincia cuando allí no había NADA se cruzo en su camino una historia que siempre recordaba, el un hombre de trabajo incansable fue a esta parte a trabajar y allí uno de sus mas fieles compañeros en esa etapa fue un aborigen al que contrato para que lo acompañase a trabajar entre otros aborígenes también, este era hijo de una aborigen y un alemán pero de toda su familia aborigen se le hizo muy amigo y así el luego de ver que el aborigen era un hombre muy de bien y, bastante fiel y dedicado este "NAZI" le dio una parte de un terreno que tenia de donde vivía en el que el aborigen poco a poco entre su pobreza familiar fue de a poco llevando a vivir a toda su innumerable familia, ese hombre único sostén de esta familia un día fue atacado por una de estas enfermedades difíciles de tratar para la época llamada apendicitis. El doctor del pueblo, un hombre instruido de lo pocos en el lugar y de esos tiempos, debía ir constantemente a la ciudad de Resistencia y lamentablemente también cuando esto sucedió no se encontraba, Filipponi o para ustedes "EL NAZI" lo cuido y atendió su dolor a la espera del doctor que no se hacia presente, cuando este a los días regresa Filipponi le da aviso para que a su domicilio se acercara a verlo y ver sin saber todavía que tenia como se lo curaba, cuando el doctor fue la familia tal como el contaba "lo saco cagando al medico" y decidieron llevar a un curandero en quien creían, escucho desde su casa los gritos del aborigen a la madrugada y rápidamente fue a ver que pasó y se encontró con el curandero haciéndolo sufrir de dolor, regresa a donde estaba el doctor y este le cuenta lo que habia pasado en su visita y sin pensarlo se va a la policía para que intermediara pero esta nada podía hacer si si esa era su decisión, un día cuando lo ahogaba la tristeza de escuchar los gritos de quien había dejado de ser su empleado para ser su compañero hace mucho tiempo decidió no esperar mas, lo mas que consiguió para sacarlo de allí fue una ambulancia que no se sabia si iba a llegar a tiempo a la ciudad donde era el único lugar que se lo podía operar, el aborigen verdaderamente agonizando no resistió provocando una profunda tristeza por la partida de un compañero, en esta pelea perdió muchos días de trabajo y sin pensar por un compañero dejo todo, sin pensar en dejar atrás sus cosas, su vida, demás que considero de menor importancia. Lamentablemente ese pobre aborigen no llego a su destino y dejo a una familia sola ya que falleció en el viaje, recuerdo también que lo alzo cuando nadie quiso porque la gente le tenia miedo y se encargo de darle una digna despedida de la tierra como así una mano a su familia mas allá de lo que se había hecho.
Pero claro no todos saben, pero se entiende porque cuando uno quiere hacer noticia no mira lo que dice y hace y esto es una muestra clara, les vendría bien una edición del libro "palpitares de mi vida 1" donde esto se encuentra.
Adiós.
Perdón por el retraso en publicar el comentario. Sigo pensando lo mismo. Seguramente no todos saben que habitualmente por la puerta de casa pasa una ambale señora aborigen a la que le doy el pan que sobró del día anterior. Ayudo a todos incluso a los malabaristas de los semáforos. Después de todo que no digan que soy un mal tipo; porfavor!!!!
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